jueves, 15 de marzo de 2012

Nunca lo olvides

Sophie era la señora mas amable que había conocido en su vida. Siempre iba a visitarle a la residencia, y siempre había sentido algo por ella, aunque a veces no lo recordara debido al Alzheimer que sufría, por eso mismo, cada vez que la veía volvía a sorprenderle su belleza, pero rara vez recordaba de que la conocía o la relación que mantenían.
-Marc, es la hora del paseo, ¿Te apetece?- le dijo la enfermera.
-No, estoy esperando a Sophie.
-Marc, sabes que sophie llega a las cinco, y son las tres... - le contestó con cara de exhasperación a la vez que suspiraba.
-Me quedare aquí, mirando las flores del jardín hasta que aparezca.
-Está bien, está bien...-Dijo mientras cerraba la puerta tras de sí.
Pero aquel día, Sophie no apareció, y las enfermeras tuvieron que convencer a Marc a duras penas para que dejara de esperarla y se fuese a la cama.
El próximo día tampoco apareció, y Lilly, la enfermera que mas quería a Marc, decidió que si al siguiente día no volvía, investigaría lo ocurrido, ya que Marc llevaba ya dos días muy triste y ella no lo podía soportar.
Al día siguiente, Sophie apareció, pero Marc ya no recordaba no haberla visto los dos días anteriores, tampoco la recordaba a ella, pero aun así se mostró encantado de verla.
- Hola Marc, ¿Cómo te encuentras? - le dijo Sophie cuando entró en la habitación con un pequeño ramo de flores.
- Sophie, Sophie, Sophie... Mi querida Sophie... - Le decía Marc sin apartar la mirada de ella.
- ¿Qué ocurre Marc? ¿Porqué me miras así? - Le contestó ella extrañada.
- Nada... Que me he despertado y en mi mesilla he encontrado tu carta y una foto de cuando eramos jovenes con una dedicatoria detrás. Cuando al principio la he visto no sabía que eramos nosotros, no te recordaba... Mira lo que pone “Sophie y Marc” y después ésto: Cariño, a pesar de tu enfermedad, eres lo único que me queda, no puedo con todo, te quiero y siempre te querré. Eres la persona más importante de mi vida y siempre lo serás, mi discapacidad en el brazo hace que no pueda ayudarte en todo lo que necesitas, y por eso estás aquí. Ésto es una residencia, por si algún día te despiertas y no lo recuerdas. Si algún día dejo de venir, no te asustes, piensa que estaré en un lugar mejor, en un lugar donde no sufriré. No sufriré ni por tí ni por mí, estaré en paz y tranquilidad, pero siempre te tendré en mi recuerdo, siempre, no lo olvides, nunca te abandonaré, mi querido Marc. Te quiero. Sophie.
Cuando Marc levantó la vista de la parte trasera de la foto, vio cómo las lágrimas recorrían las mejillas de Sophie y no pudo evitar levantarse despacio para abrazarla.
- Te quiero, Marc, pero no puedo más. Cada vez estoy más cansada de todo, no puedo cuidarte y por eso estás aquí, como bien puedes leer ahí.
- Lo sé, y lo recuerdo, ya se que eres mi mujer. - Le contestó Marc acariciandole la mejilla.
- Sí, y lo sabes gracias a Lilly, chica maravillosa... pero no quiero que te preocupes. Yo estoy en nuestra casa y vengo a aquí todos los días, sin excepción, solo te tengo a tí. Desde aquella noche en la Torre Eiffel, no he conseguido quitarte de mi cabeza, hace cincuenta y ocho años que te vi por primera vez, y no olvidaré nunca ese momento, allí arriba, cuando nuestras miradas se cruzaron, cuando tu sonrisa chocó con la mía. Si pudiera me vendría aquí contigo, pero no puedo. Necesito ser libre, quedarme en nuestra preciosa casita de campo y cuidar de nuestro perro y nuestras plantas. No necesito más para vivir, pero tengo muchísimo miedo. Miedo de que algún día venga a verte y no estés, o como suele pasar a veces, no me recuerdes...
Estaban sentados en la cama, a pesar de la falta de fuerza que tenían los dos, todabía sentían lo mismo el uno por el otro, como el primer día, como la primera vez que se miraron a los ojos.
Se tumbaron y como dos personas normales y corrientes hicieron el amor, como nunca antes lo habían hecho. A pesar de tener ochenta años cada uno a sus espaldas, ochenta años pesados y llenos de recuerdos, todabía les quedaba esa chispa de amor, eso que surje en tan pocos cuerpos, eso que verdaderamente pocas personas pueden llegar a sentir.
Sophie se vistió, lentamente y se levantó, con sus zapatos de un pequeño tacón en la mano. Cuando estaba en la puerta se agachó y se los puso.
- Hasta siempre, Marc. - Le dijo desde ahí, a pesar de que Marc ya estuviera dormido.
Aquella noche Sophie voló acia París en un avión de lujo. Hacía mucho tiempo que no pisaba París, la última vez fue con Marc, cuando todabía no estaba enfermo.
Llegó a Paris y entró en su hotel de cuatro estrellas. Dejó su maleta encima de la cama y llamó al servicio de habitaciones.
- Buenas noches, una botella de champán por favor.
- Ahora mismo, Señora Sophie.
- Gracias, buenas noches. - Contestó ella con un ligero tono de nostalgia en la voz.
A los cinco minutos tocaron la puerta con el puño suavemente. Cuando Sophie abrió se encontró con un chico jóven vestido con un traje elegante, con una cubitera llena de hielos en una mano, la cual en el interior llevaba una botella de champán. En la otra mano traía una copa.
- Muchas gracias, Fernand. - Dijo mientras comprovaba la chapita que tenía colocada en la americana.
- De nada, señora Sophie, que lo disfrute. Buenas noches. - Contestó él amablemente.
Llenó un vaso y se lo bebió a sorbitos. Decidió salir a dar una vuelta y tomar el aire, aquella noche no hacía frío y tampoco andaba mucha gente por sus calles favoritas de la ciudad.

Desde aquella altura todo se veía precioso, se respiraba tranquilidad, apenas se oían ruidos. Pero ella ya no era feliz, le costó mucho tomar la decisión que tomó unos años atrás: meter a Marc en una residencia. Ella no podía cuidarle, no tenía fuerzas y además se le hacía muy pesada su enfermedad, le quería tanto que no lo podía ver mal, todos los días iba a verle pero la demás parte del tiempo la pasaba sola en casa, no conseguía asumir que poco a poco lo iba perdiendo. No podía con ese peso que llevaba encima, y hizo lo menos complicado para todos.

Cuando Marc se despertó de aquel profundo sueño recordó que había estado con Sophie antes de dormir y miró en toda la habitación desde la perspectiva que tenía para ver si todabía estaba con él. No vio ningún rasto de ella, pero ahí estaba Lilly, mirando por la ventana y con los ojos llorosos.
- Oh, Marc, te has despertado.
- ¿Que ocurre Lilly? ¿No tendrá nada que ver con Sophie, verdad?
- Tengo algo que leerte: “Marc, lo siento. Ya te dije que estaba cansada y que no podía con este peso que llevo sobre mi espalda. Tengo que hacer lo más fácil, lo más fácil para mi, desde hace unos años no soy feliz, porque tú tampoco lo eres, porque tienes esa enfermedad tan desagradable, como muchas otras. No quiero que seas infeliz, pero no puedo evitarlo. Si pudiera haría cualquier cosa para que te curaras y nos iríamos a París, los dos juntos y pasaríamos allí el resto de nuestras vidas... Pero los dos sabemos que eso no puede ser, y por eso te voy a dejar con Lilly, se que ella estará dispuesta, tienes, o tenemos el suficiente dinero como para que ella te cuide y ya se que estará dispuesta, te quiere mucho, como si fuera tu propia hija. La vida que hemos compartido ha sido la mejor que me podía tocar y quiero que sepas que eres la mejor persona que he conocido en mi vida, has sido la luz que ha alumbrado todas mis noches, el rayo de sol que me entraba por las rendijas de la persiana todas las mañanas, el pan y vino de todos mis días, muchas gracias por ser como has sido, Marc. Te quiero y siempre te querré, no lo olvides nunca, Marc, no puedes olvidarlo. Sophie.”